“Hay que cuidar el instrumento, pues el concierto es muy largo” (Anónimo)
Hoy en día, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente, lo que nos permite vivir más años. Sin embargo, este incremento en la longevidad a menudo viene acompañado de patologías crónicas que pueden afectar nuestra calidad de vida. En muchos casos, las personas con enfermedades crónicas dependen de sus familiares para llevar a cabo las actividades diarias, lo que convierte a estos familiares en "cuidadores no profesionales".
Más del 70% de los cuidadores no profesionales de personas con deterioro cognitivo (como las demencias o el Alzheimer) están en riesgo de desarrollar enfermedades debido a la sobrecarga que conlleva esta tarea. Las afecciones más comunes incluyen problemas musculares (como lumbalgia o cervicalgia), enfermedades cardiovasculares (como palpitaciones), dificultades respiratorias (como sensación de ahogo) o trastornos gastrointestinales (como problemas digestivos).
Según la Sociedad Española de Neurología, el envejecimiento de la población llevará a que, en las próximas tres décadas, más de un millón de personas en España padezcan demencia tipo Alzheimer. Si las necesidades de este colectivo no se abordan desde el sistema público de salud, muchos familiares tendrán que asumir la labor de cuidado, enfrentándose también a los costes asociados. Aunque la Ley de Dependencia brinda un apoyo significativo a estas familias, su objetivo es reducir la sobrecarga del cuidador a través de ayudas institucionales. Sin embargo, no siempre es posible acceder a este tipo de asistencia en el momento más crítico.
Por ejemplo, un paciente con Alzheimer requiere alrededor de 75 horas de cuidados semanales, y se estima que actualmente el 87% de los costes de esta atención son asumidos por los familiares del paciente. Esta carga aumenta considerablemente el riesgo psicosocial para los cuidadores, lo que provoca altos niveles de estrés, depresión y otros trastornos psicológicos que afectan tanto su bienestar como su calidad de vida. No debemos olvidar que, si no se cuida al cuidador, será muy difícil que pueda ofrecer una atención adecuada a la persona dependiente.
¿Qué es la dependencia?
La dependencia se define como: La necesidad de ayuda o asistencia importante para poder realizar las actividades de la vida cotidiana. La persona dependiente, como consecuencia de su pérdida de autonomía física, psíquica o mixta, va a necesitar ayuda para llevar a cabo diferentes actividades de su vida diaria, entre las que pueden incluirse las más básicas (p.e., alimentación, higiene, etc.).
Existen diferentes tipos de dependencia (física, psíquica, sensorial, mixta) y de diferente gravedad (grado 1: dependencia moderada; grado 2: dependencia severa; grado 3: gran dependencia) y ésta no siempre está necesariamente vinculada a una enfermedad crónica, sino que a menudo puede venir originada por accidentes, disminuciones o como fruto del proceso de envejecimiento normal de las personas.
¿Qué implica ser un cuidador?
Cuidar es una actividad que toda persona ha llevado o llevará a cabo en algún momento de su vida. El cuidador o cuidadora se encargará de asistir a la persona cuidada en todas aquellas actividades en las que esta última no sea capaz de valerse por sí misma.
Existen diferentes tipos de cuidadores:
- El cuidador o cuidadora principal: se trata de la persona de referencia para el cuidado de la persona dependiente. Suele ser la quién más tiempo pasa con ésta última.
- El cuidador o cuidadora formal: la persona entrenada y formada para cuidar de forma profesional a la persona dependiente. Normalmente, es un rol remunerado.
- El cuidador o cuidadora informal: son todas aquellas personas que forman parte del entorno socio-familiar de la persona dependiente y que, en mayor o menor medida, participan del cuidado de la persona dependiente.
Problemas comunes de un cuidador sobrecargado
La sobrecarga del cuidador puede generar alteraciones en diversos aspectos de su vida diaria. A continuación, se destacan algunas de las problemáticas más frecuentes:
Emocionales: El cuidador suele experimentar cambios en su estado de ánimo, como tristeza, ansiedad, irritabilidad o desesperanza.
Familiares: El cuidado de un familiar dependiente puede alterar los roles dentro del hogar, lo que puede llevar a descuidar a otros miembros de la familia, como hijos o pareja.
Salud personal: La sobrecarga afecta negativamente la salud física y mental del cuidador, generando fatiga crónica, dolor físico y otros problemas de salud.
Tiempo personal y ocio: La saturación de responsabilidades dificulta que el cuidador tenga tiempo para sí mismo, sus hobbies, amigos o actividades recreativas.
Económico y laboral: A menudo, el cuidador se ve obligado a reducir su jornada laboral o dejar su empleo para atender a la persona dependiente, lo que afecta sus ingresos mientras aumentan los gastos.
¿Cómo identificar la sobrecarga del cuidador?
Existen varios indicadores físicos, emocionales y conductuales que pueden señalar la presencia de sobrecarga en un cuidador:
Físicos: Fatiga constante, dolor muscular, problemas gastrointestinales o alteraciones del apetito son señales comunes. También pueden presentarse dolores de cabeza frecuentes o una percepción de empeoramiento de la salud general.
Emocionales: Cambios en el estado de ánimo, dificultades de concentración, tristeza o ansiedad son comunes. También pueden aparecer pensamientos catastrofistas o reacciones de duelo prolongado.
Conductuales: Alteraciones en el sueño, consumo excesivo de sustancias como cafeína o alcohol, y comportamientos compulsivos o hiperactivos (como no tomarse tiempo para descansar) son indicativos de sobrecarga.
Es importante que los cuidadores reconozcan estos síntomas a tiempo para poder tomar las medidas necesarias y prevenir efectos más graves en su bienestar.
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