Nuestra “zona de confort” es el espacio de seguridad en el que sentimos comodidad y control a pesar de que, muy probablemente, no sea un lugar donde experimentemos satisfacción, felicidad o auto-realización.
Este “espacio”, no es necesariamente un espacio físico ni se limita a éste, sino que comprende también nuestro espacio psicológico y conductual. Es decir, nuestras emociones, sentimientos, actitudes y comportamientos.
A pesar de su nombre, "zona de confort”, es habitual que esta zona frene y limite nuestro potencial de crecimiento personal y la vivencia de experiencias nuevas. Entonces la pregunta es ¿por qué le llamamos así? O ¿por qué no salimos de esa zona?
La respuesta es que salir de la zona de confort acostumbra a producir miedo e incertidumbre, por lo que la balanza acostumbra a decantarse por mantener el status quo.
Definiendo la zona de confort
La zona de confort se refiere a un estado mental y conductual en el que las personas siguen un comportamiento, estrategia y actitud rutinaria y repetida, sin asumir ningún tipo de riesgo o cambio en sus vidas. El rendimiento que se obtiene en esta zona es constante, pero como contrapartida no se produce aprendizaje alguno. En la zona de confort, todo lo que se encuentra ya se conoce y se domina. Así pues, las situaciones nos resultan conocidas y acostumbramos a reaccionar y enfrentarnos a ellas con seguridad. Se trata, por tanto, de un espacio personal en el que se actúa sin demasiada conciencia y sin prestar demasiada atención (actuamos con el “piloto automático”) Aquí dentro sentimos mucha estabilidad. A pesar de ello, el bienestar que se obtiene de esta zona no suele proceder del crecimiento personal y la satisfacción, más bien es derivado de la ausencia de emociones tales como el exceso de ansiedad, miedo y una incertidumbre e inseguridad desbordantes.
Saliendo de la zona de confort
Si salimos de la zona de confort entramos en la llamada “zona de aprendizaje”. Esta es un área de expansión en la que nos enfrentaremos a situaciones nuevas y, por tanto, nuevos retos y/o desafíos. Entrar en este espacio requiere de cierto coraje, pero sobre todo, implica esfuerzo personal. Además, es probable que experimentemos una sensación inicial de inseguridad y desprotección, que a veces pueden traducirse en ansiedad. Todo ello es normal y, por lo general, de duración breve y limitada.
La contrapartida positiva es que es precisamente en esta área donde empezamos a notar cierto crecimiento personal. Es decir, el aprendizaje. Sabremos que estamos aprendiendo porque adquiriremos herramientas nuevas, cambiaremos nuestro nuestro modo de actuar, pensar o entender el mundo y/o diferentes situaciones, y a parte de esta ampliación de recursos y conocimientos, paulatinamente, empezaremos a sentirnos diferentes.
Pero no todo es tan bonito porque tras esta zona encontramos otra…
La zona de pánico
En esta área ya no se produce aprendizaje. Esto es debido a que la situación sobrepasa los propios límites y se experimenta una sensación de falta de control que resulta paralizante. De mantenerse mucho tiempo en esta área, se pueden acabar desarrollando niveles elevados de ansiedad que deriven en problemas mentales más severos, o también, reacciones de huida fruto del miedo intenso, hacia la zona de confort nuevamente.
Estrategias para salir gradualmente de la zona de confort… hacia la zona de aprendizaje
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Salir de la zona de confort representa realizar nuevas actividades, adoptar nuevos hábitos o perseguir nuevos retos.
Las resistencias que encuentra la gente para salir de su zona de confort son precisamente este miedo e incertidumbre, junto a la sensación de falta de control y desorientación. A pesar de la comodidad y seguridad que nos aporta esta zona, a medio – largo plazo, todo ello resulta limitante y puede ser la causa de que sintamos apatía, desmotivación, tristeza, falta de sentido a nuestra vida, o simplemente tedio. Por ello, es necesario salir de vez en cuando, o por lo que respecta a determinados aspectos de nuestra vida, de esta área de confort. Los motivos concretos para hacerlo, múltiples: 1) Aumentará nuestra autoconfianza, 2) Tendremos más recursos y nos sentiremos más capaces de enfrentar diferentes situaciones y/o problemas, 3) Percibiremos una apertura de mente y conocimientos que nos enorgullecerá, 4) Ampliaremos las probabilidades de generar nuevos conocimientos, experimentar nuevas situaciones, etc…
Algunos consejos generales para salir de la zona de confort
Conocer los propios límites: antes de salir a lo loco, hay que conocerse mínimamente. No hay que salir porque sí. Hay que salir porque se reconozcan los beneficios y la necesidad de hacerlo y esto, además, no debe convertirse en una obsesión ni se debe realizar bajo presión. Hay que planificarlo con cuidado e, idealmente, hacerlo de forma gradual. Cada persona es distinta y tiene ritmos diferentes. Por ello, es necesario el autoconocimiento y análisis, para ser capaces de encontrar el equilibrio entre costes (p.e., ansiedad, miedo, etc.) y beneficios (p.e., satisfacción, orgullo, crecimiento, etc.) que se derivan de esta salida del área en la que hallamos comodidad.
No caer en el catastrofismo: hay que tener presente que estar fuera del área de confort no implica no volver jamás. Esta zona de confort es un espacio al que siempre se puede volver si así se desea.
Descubrir sitios nuevos: uno de los ejercicios más sencillos y útiles para salir de la zona de confort es realizar una lista de sitios a los que no se ha ido nunca y de eventos culturales o artísticos que tengan lugar en la ciudad donde se vive (o alrededores) y tratar de calendarizarlos. Así exploramos nuestro entorno pero, a la par, aspectos todavía desconocidos de éste.
Salirse del propio estilo y cambiar la rutina: la novedad puede encontrarse rápidamente si salimos del propio estilo a la hora de escoger comida, ropa, película en el cine, conciertos, etc. Puede ser de utilidad prestar atención a todo aquello que siempre rechazamos u obviamos y probar por una vez. Además, hacer un repaso de nuestras rutinas e ir introduciendo cambios pequeños que las modifiquen puede traernos muy gratas sorpresas.
Buscar compañía: a veces, todos los cambios resultan más sencillos de ejecutar si se hacen en compañía. Puede ser el gatillo que ayude a disparar ese cambio que llevamos pensando hacer desde hace tiempo.
Analizarse un poco, tanto en pasado como en futuro: acostumbra a ser de gran ayuda para salir de la zona de confort, hacer un repaso mental de las cosas que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, así como recordar los momentos clave que nos han marcado (para bien o para mal). No sólo eso, también es muy útil, dedicar un tiempo a pensar hacia dónde queremos ir, cuáles son nuestros sueños frustrados, ilusiones, pasiones no explotadas, aquello que nos gustaría hacer pero que aún no sabemos cómo o no nos atrevemos… Toda esta reflexión puede facilitar abandonar la zona de confort. Una vez hecho este ejercicio, puede ser de gran ayuda establecer una lista de objetivos, que posteriormente desglosemos en pasos concretos, de los más sencillos, a los más grandes.
Conocer gente nueva: exponerse a personas nuevas constituye un reto en sí mismo porque obliga a mostrarse, abrirse, relacionarse y exponerse a formas de hacer, pensar y sentir potencialmente diferentes a las nuestras. Hay muchas formas de conocer gente nueva… Empieza por mantener una actitud abierta y amable con todas las personas que te encuentres e interactúes.
Realiza una jerarquía de miedos: elaborar una lista de acciones o actividades que nos causen miedo o ansiedad y ordenarlas de menor a mayor angustia, nos ayudará a saber qué podemos trabajar para sentirnos cada vez un poco más libres, y a establecer objetivos. Hay que prepararse para abordarlos y para ello, buscar información y pensar en todo lo que podría salir mal y en sus posibles soluciones, puede ayudar a ganar tranquilidad y sensación de control. A veces, exageramos aquello que desconocemos y no nos preocupamos en contrastar esos miedos con más información que la nuestra y/o a buscar recursos adicionales.
Desapegarse: la zona de confort también tiene una parte material e implica todos aquellos objetos de lo que no se quiere deshacer una persona, pese a que no lo necesite, ya que le reconforta y de alguna manera le hace sentir seguridad. Es un buen ejercicio para salir de la zona de confort empezar a reducir estos poco a poco.
Acudir a un profesional de salud mental: la parálisis y los bloqueos a la hora de salir de la zona de confort son frecuentes. Por ello, puede ser de ayuda recurrir a profesionales que estén capacitados/as para ayudarte a trabajar tu autoconocimiento, confianza, autoestima y para diseñar conjuntamente un plan de acción que te favorezca la salida de la zona de confort.
Además, la búsqueda de ayuda ya constituye en sí misma un gran paso hacia la zona de aprendizaje…
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